El domingo por la noche en el debate, el candidato liberal libertario, Javier Milei, expresó que admiraba a la primer ministra británica Margaret Thatcher, quien conducía el gobierno de su real majestad Isabel II en la década del ’80 cuando sucedió la Guerra de Malvinas.

Muchas veces los análisis sobre la guerra recaen en los errores cometidos por la dictadura militar conducida por el General Leopoldo Galtieri, la falta de equipamiento y preparación de quienes eran los soldados que participaron del conflicto bélico.

Pero lo llamativo es que un candidato a presidente no logre conocer y tener en cuenta algo tan elemental como lo arraigada que está en la memoria social un evento tan traumático como fue la guerra de Malvinas en 1982.

Que desconozca que la figura de Thatcher es la imagen que sintetiza todo el dolor y el horror del imperialismo británico y las consecuencias de la guerra.

Quizá sea porque este candidato, en su Soledad, no pueda considerarse parte de un pueblo que quiere representar, no pueda pensar que hay una sociedad que vivió con dolor ese episodio histórico y empatizar con ese sentimiento.

Cómo no va estar viva en nuestra memoria popular, si quienes eran niños en ese año le escribían cartas a quienes estaban pasando frío, hambre y dolor en las trincheras de la patria.

Cómo no va estar arraigada en nuestro sentimiento popular si se hicieron campañas con el fin de juntar donaciones para enviar a nuestros soldados que nunca llegaron, cómo no va estar presente si hasta no hace muchos años encontrábamos a uno de ellos pidiendo en el tren o colectivo, cómo no va estar arraigada si los ocultamos durante años y muchos de ellos murieron en el olvido y la depresión algunos llegando a la desesperación de terminar su vida con el suicidio. 

Un pueblo qué en su trauma colectivo aún llora aquellos caídos, en el Ara Belgrano, en la batalla de Monte Dos Hermanas, de Monte Longdon o Puerto Argentino y a los submarinistas del Ara San Juan, olvidados por el gobierno de Macri, espiados y vilipendiados sus familiares.

A quienes no vivimos en soledad, porque somos parte de este pueblo y esta sociedad, porque creemos en lo colectivo y no en lo individual, porque en la pedagogía de las canciones de cancha nuestros hijos e hijas el año pasado pudieron aprender que nacieron en Argentina, “tierra de Diego y Lionel, de los pibes de Malvinas que jamás olvidaré”, porque en la pedagogía de las paredes siempre nos enseñaron que:

¡¡LAS MALVINAS SON ARGENTINAS!!

Por Diego Citterio
Historiador, docente universitario, investigador del CONICET Jujuy