La candidata a presidente decide acompañar al segundo candidato más votado como parte de un acuerdo del fundador de su partido el Pro, el ex presidente Mauricio Macri.

Se comienza a desmembrar una coalición de partidos, que se unió para enfrentar al kirchnerismo y en defensa de los valores republicanos. Pero queda claro algo, era casi inviable que se pudieran sostener juntos mucho tiempo más.

Porque para hacer política hace falta mística.

Y el macrismo no la tiene. El Pro es un partido fundado a la medida de su líder, qué si no es él, no es nadie. El Calabrés (Macri) le bajó el pulgar cual emperador romano en la arena del circo a los candidatos de su espacio.

Lamentablemente luego de la crisis del 2001 los ciudadanos (electores) solo buscan en la oferta electoral a quien pueda representarlos en función de sus gustos como si fuera un alter ego que tiene algunas de sus cualidades en su personalidad.

La política después del 2001 decidió abandonar la discusión programática e ideológica, y mediante sets televisivos y redes sociales logró imponer personas conocidas que después son candidatos (Daniel Scioli, Palito Ortega, Nito Artaza, Lole Reutemann y la lista es infinita).

Es hora que los partidos políticos recuperen la mística, que abran el juego interno a sus afiliados, a sus simpatizantes y dejen de ir atrás de la billetera de algún millonario que solo quiso ser presidente para demostrarle a su padre que no era un boludito como siempre le decían los capitanes de la industria.

Recuperar la mística con la que Raúl Alfonsín realizo la campaña del ’83, incluso la del Menem del ’89, recuperar los canticos, las marchas y las imágenes.

Volver a pensar y discutir la política sin agresión y administrando las discrepancias.

Del otro lado estarán ellos, aquellos que no quieren soplar las velas de los 40 años de democracia, sino tirar el mantel y arruinar todo porque no se cumplen sus caprichos.

Por Diego Citterio
Historiador, docente universitario, investigador del CONICET Jujuy