De algún modo milagroso, dice Jorge Asís, el Ministro de Economía se mantiene por encima del 30% de intención de voto. Pero más que milagro, hay varios hechos que lo explican: en primer lugar, la incertidumbre (cuando no temor) que genera la posible aplicación de las propuestas de Milei. Gran parte de los argentinos se siente desilusionada, pero no está dispuesta a pasar por un proceso de transformación radical de su vida que pueda afectar el acceso a la salud, la educación o -incluso- el consumo. No hay ambiente de desesperación, y en cambio, a falta de expectativa de futuro, se desata un “consumismo desbocado”, dice Durán Barba. Una prueba de ello es el récord turístico del último fin de semana largo, y del Previaje como política pública.

En segundo lugar, no sólo las voluntades individuales sino también las instituciones parecen decir “más vale malo conocido que bueno por conocer”. Sindicatos, Bancos, Iglesia, entre otras, sindican a Sergio Massa como el garante de la estabilidad política y del sostenimiento de cierto Pacto Social. Posiblemente un pacto tácito pero similar al firmado en el ‘73 por el peronismo con la CGT representada por José Ignacio Rucci, el sindicalista preferido de Victoria Villarruel. De cualquier modo, en una campaña tan tirada a la derecha, Massa concentra el voto de centro e izquierda, no sin dejos de resignación o una perspectiva de “voto útil” para impedir que Milei gane en primera vuelta.

En tercer lugar, el Pejotismo entendió (más vale tarde que nunca), que las campañas ya no pasan sólo por “la calle”, sino que hay mucho que hacer en redes sociales. Se multiplicaron los influencers jóvenes anunciando y denunciando los desquicios y horrores discursivos del candidato libertario, y la militancia logró construir frases efectivas de su propio candidato en formatos breves y atrapantes. En ellos, se articula verosímilmente las medidas actuales del Ministro, sus participaciones en los debates y sus propuestas (una promesa de futuro) en consonancia con el lema “Tenemos con qué, tenemos con quién”.

Por último, y concentrando todo lo anterior, la omnipresencia de Massa, y la consecuente invisibilización pública de Alberto y Cristina, logra instalar la idea de “cambio”. Al contrario de 2015 cuando el candidato del Frente nunca pudo ser “Más Scioli que nunca”, Massa representa, en su misma figura y acción, el fin del kirchnerismo (como fuerza gravitante) con el que tanto insiste vanamente Bullrich. La “grieta” suena a viejo, parece un tema que la mayoría quiere superar u olvidar. Así lo entendió Massa al proponer como “lo nuevo” un gobierno de unidad nacional, y entablar una polarización con Milei que pretende oponer previsibilidad versus “salto al vacío”, política versus desregulación, gestión versus liberalización, conocimiento versus inexperiencia. En última instancia, propone un reagrupamiento de la política (y de la casta) como modo de superación del pasado. Es una propuesta inteligente, habrá que ver si funciona.

Sumemos a las virtudes propias los errores ajenos. El bando libertario no deja de sumar desatinos en cuanto propuestas. La última, la renuncia a la paternidad defendida por Lilia Lemoine, que ni siquiera los libertarios supieron defender. Se ve en redes sociales un grupo minoritario de varones jóvenes apoyando la propuesta, pero la mirada femenina, ya de por sí más reacia a Milei, la condena casi unánimemente.

Asimismo, el fin de ciclo que estamos viviendo también incluye el hartazgo con la pelea y los malos tonos.

El diario Perfil recopiló algunos de los exabruptos de Milei: "hijo de puta", "sorete", "pedazo de mierda", "gusano arrastrado", "pelado asqueroso", "enano diabólico", "pelotudo (idiota)", "torre de estiércol", "inútil", "mentiroso", "parásito de mierda", "parásito chupasangre", "tontito”, "bobito", "estúpido", "burro", "lacra", "rata". Radio 10 y Perfil también llaman la atención sobre las metáforas que utiliza “el león” para defenestrar al Estado: pedofilia, violaciones, holocausto y discapacidad. Si por un lado esa violencia verbal consolida su base votante ligada por el odio o la bronca, por otro no le ayuda a sumar adhesiones. En todo caso, un tono más calmado como el de los debates y el utilizado la semana posterior a las PASO, sí lo habría hecho.

Bullrich, por su parte, retomó la manija de su campaña, aunque pareciera que corre de atrás. El nombramiento de Horacio Rodríguez Larreta como su futuro jefe de Ministros, podría haber sido una medida de consolidación del voto cambiemita inmediatamente después de las primarias. Ahora, parece un gesto tardío, interesado y forzado, hecho con menos pasión que un sapo muerto.

Otro que parece haber ganado terreno es Juan Schiaretti, una alternativa del PJ no kirchnerista que arrancó tarde y mal; y recién se pudo posicionar a través de los debates. A pesar de su crecimiento en intención de votos (que roba de Milei y Larreta, principalmente), creo que el domingo eso no se va a ver reflejado en las urnas, porque habrá una preferencia por el voto útil, es decir entre las candidaturas que se proyectan competitivas.

Algo similar ocurre con Miriam Bregman, de gran proyección en los debates (sobre todo, el primero), pero que no logra llevar hacia sí ni el voto bronca, ni el voto progresista, ambos volcados a Milei y Massa, respectivamente.

En fin, no dejan de ser especulaciones que se develarán el domingo después de las 22.30, pero que en principio buscan entender (la escritura es un ejercicio de reflexión) si será posible, como dice el candidato de UxP: “dar vuelta la historia”, y si esto significa sólo la historia electoral o algún cambio más sustancial en caso de ganar.

*- Por Lucas Perassi
Escritor, Docente e Investigador universitario