Entre sus actuaciones memorables figuran “La Nona” y “El loro calabrés”, en teatro, y las composiciones para cine en “La Patagonia Rebelde” y “Asesinato en el Senado de la Nación”.

Nacido el 25 de septiembre de 1929 en Colegiales, Soriano siempre quiso ser actor. Anduvo por las calles hasta que cumplió 18 años y se mudó. El niño se hizo hombre y debutó a lo grande con Sueño de una noche de verano, de Shakespeare y en el Colón. 

La vida fluía, su reconocimiento crecía a partir de títulos como Juan Lamaglia y Sra. y La patagonia rebelde, pero en 1976 vino la gran noche de los argentinos. Un general conocido le advirtió: “No es capucha y zanjón pero no vuelva a trabajar”. La mayoría de sus amigos y colegas partieron para el exilio, pero él decidió quedarse. Comenzó a recorrer la Argentina con El loro calabrés, una obra donde le contaba a la gente quién era, qué quería. La llamó así porque su abuelo zapatero solía hablar con su loro que aprendió a cantar canciones calabresas.

Se presentaba en pueblos pequeños “que no tuvieran más de mil habitantes y donde no me pudieran encontrar: trabajaba, llenaba y rajaba”. 

Actuó en bares, en estaciones de servicio, en andenes de ferrocarril, en patios de escuelas y comedores comunitarios. La obra terminaba con él ofreciendo un pedazo de pan. “El pedazo de pan es esencial en mi vida, porque en esta casa había pan y el pan tenía un valor: el del afecto”. “Sentí mucho miedo. Tenía dos hijos. Volvía a Buenos Aires, les daba la plata y me iba. Dormía donde podía. Me detuvieron tres veces”, recordó como un ejercicio colectivo, para no olvidar.

En plena dictadura eligió quedarse y en democracia decidió irse. En 1987 le surgió una posibilidad de trabajo en España y para allá marchó, hasta que volvió en el 92.

Se volvió de España porque extrañaba muchísimo y eso que estaba en el grupo de los exitosos. Protagonizó Espérame en el cielo, donde interpreta al doble de Francisco Franco y para eso se tapó sus ojos celestes con lentes oscuros, se tiñó el pelo, engordó diez kilos, después lideró programas bendecidos por el rating. 

Pero sus deseos de regresar empezaron a pesar, fue ahí cuando llamó a su hermana y le pidió que no vendiera la casa de la infancia, que volvería para vivir aquí. Argentina no lo recibió con los brazos abiertos. “Me costó conseguir trabajo, acá la memoria es frágil”, sintetizó. Pese a los pesares jamás se arrepintió y siempre reivindicó su país: “Este es mi lugar. Acá tengo derecho a insultar, a agradecer, soy libre”.

Volvió y volvió para siempre, como eterno fue ese amor que sintió por Diana, su compañera 20 años más joven que estudiaba Psicología. Él venía de una ruptura, se enamoraron y jamás se separaron. 

Amado por el público, respetado por colegas, obtuvo innumerables premios a lo largo de su carrera. En 1971 ganó el Cóndor de Plata como mejor actor por Juan Lamaglia y Sra, en 1995 el de actor de reparto por Una sombra ya pronto serás y en 1998 en 1998 la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina le entregó el Premio Cóndor de Plata a la trayectoria. Obtuvo el premio Konex en 1981 y la Mención Especial Konex a la Trayectoria en 2021 y en televisión, se quedó con el Martín Fierro por su trabajo en Trillizos. Una muestra cabal de su capacidad para el drama, la comedia y el compromiso por la profesión, de quien en 2010 fue declarado ciudadano ilustre de la Ciudad de Buenos Aires por la Legislatura.