En un momento la notera se encuentra con dos personas que no son parecidos a quienes ella identifica como “iguales”, la tez de su piel no es como la de ella que es blanca, rubia, con ojos celestes, vestida de manera urbana. Ellos tienen su piel color marrón, el hombre tiene una larga barba, lleva puesto un poncho y luce un sombrero. La señora lleva también un sombrero con una pluma y algunos atavíos simbólicos propios de su cultura.

En esa escena se suceden un sin fin de cuestiones y prejuicios racistas y discriminatorios por parte de la cronista, del conductor del programa (Fabián Doman) y los panelistas. La señora muy inteligentemente aprovecha la oportunidad para decir que están en Buenos Aires acompañando al tercer Malón de la Paz, de Jujuy.

Ahora bien, no vamos a seguir describiendo la escena, solo manifestar nuestro repudio a este tipo de discriminación y prácticas en los medios audiovisuales. Pero…

Y aquí lo que quiero compartir con ustedes ¿dónde nace esa idea de no reconocer al otro como un ciudadano del mismo país? De pensar que un individuo que se reconoce como pueblo originario, pregunta que estuvo establecida en el ultimo censo, tiene que ser pensado como algo ajeno. Quizás debamos ir hacia la conformación de nuestra narrativa histórica y pensar que el relato histórico que prima en nuestras aulas coloca a los pueblos originarios como aquellos que estaban establecidos, pero que de golpe de desaparecieron.

O sin ir mas lejos en el equívoco del presidente Alberto Fernández cuando señaló que los argentinos “bajamos de los barcos”. No voy a justificar la discriminación de los periodistas, aunque está claro que la Educación durante años ha invisibilizado a los pueblos originarios y a las identidades marronas. Una Educación que ha montado una narrativa histórica donde el inmigrante es quien forjó esta Nación.

Todo esto conduce inexorablemente a esas prácticas, a veces burdas y chabacanas como las que vimos. Y otras veces desde un lugar progresista, donde algunos les llaman “hermanos” a los miembros de las comunidades, a los cuales solo ven una o dos veces al año, donde su vínculo es también desde una mirada occidentalizada. Donde la discriminación solapada es decirles qué hacer y cómo hacer. Donde muchas veces docentes e investigadores de las Ciencias Sociales surgen como voceros de esas comunidades. Donde se banalizan sus prácticas rituales y ancestrales. Donde se sobreactúa “indigenismo” por un rato para quedar sin culpa y con la conciencia tranquila.

Es por eso que desde estas líneas llamamos también no solo a repudiar a esos que discriminan y se burlan, sino también a la reflexión de aquellos que muchas veces por exceso de corrección política sobreactúan y ridiculizan a los pueblos originarios

En estos días de pesadillas libertarias donde el otro que no es igual y no piensa igual es un factor a eliminar. debemos ser más conscientes de algunas cuestiones. Para consolidar cuarenta años de democracia que puedan seguir siendo vividos en la diversidad.

Por Diego Citterio
Historiador, docente universitario, investigador del CONICET Jujuy