Esa tarde cuando sucedió el parto por cesárea, pero al cual pude asistir para acompañar a Guadalupe, su mamá, esa tarde ni bien la vi se vino a mi mente la imagen de mi padre. Entendí de manera muy consciente que ya nada era lo mismo.

Que mi vida, la de su mamá y la de ella iban a cambiar. Ella por llegar al mundo exterior y salir del vientre de su madre. Su mamá porque puso el cuerpo durante 9 meses de gestación y después durante largos tres años hasta que Helena empezara el Jardín de Infantes iban tener una simbiosis corporal desde amamantarla, dormir a su lado, alzarla, bañarla y cambiarla. En algunas de esas tareas yo acompañé como pude, como me salió a veces bien y otras no tanto.

A ser padres no se nos enseña, sino que aprendemos mirando como fueron nuestros padres con nosotros. Helena creció y después llegaron sus hermanas Ana e Inés. 

Soy un dichoso hombre que vive rodeado de mujeres que me interpelan todo el tiempo. Que ponen en jaque seguridades de un machismo zonzo de fines del siglo XX que se deconstruye día a día en las primeras décadas del siglo XXI.

Intento acompañar desde mi lugar de varón el crecimiento de tres mujeres, a veces parezco un personaje de Capusotto que se llamaba “el padre progresista” y otras soy el que levante el animo un viernes a la mañana con música bien arriba y bailando para poder terminar la semana.

A veces soy un chofer de Uber que lleva a una un deporte, a otra a su terapia, vuelve a buscar y de paso piensa que cocinar para la cena y otras veces, digo “basta de pantallas”, pongo música y mientras trabajo mis hijas leen a mi lado y juegan con una casita que es mágica.

No sé si mi papá hizo esas cosas conmigo, pero recuerdo que mi papá me llevaba al cine teatro italiano de la ciudad de Vedia y ahí podíamos ver las películas que se estrenaban en la década del ´80. Con mi papá vi  Batman -de Tim Burton- o los Bici Voladores.

También recuerdo a mi padre, ya con su parkinson detectado a sus 50 años apoyado a un alambrado en la cancha de Atlanta de mi pueblo, mirándome como jugaba de 2 que era de lo que el jugaba cuando joven, sin gritarme, sin decirme ni indicarme nada, con su mirada diciéndome acá estoy: sé feliz.

Eso hago todos los fines de semana que voy a hockey o atletismo, a estar, que es la forma en la que mi papá me enseñó a mi a ser padre.