Entre la etimología de la palabra, la forma supererogatoria y la primera definición tenemos mucho de qué hablar.

Este fin de semana que pasó muchos habitantes de nuestro país se trasladaron a distintas ciudades, muchísimos vinieron a Jujuy a vivir el Carnaval de la Quebrada, otros se quedaron por la ciudad y participaron del Carnaval de los Tekis. Otros fueron a la Fiesta Nacional de la Confluencia -organizada por el Municipio de Neuquén-, otros habrán vibrado con alguno de los tantos artistas que estaban en el “line up” del Cosquín Rock, o quizá bailaron con una banda de cumbia local en los carnavales de su pueblo y/o con la comparsa que desfiló por las calles de su barrio.

En mi caso que fui dos noches de las cuatro que había en el Carnaval de los Tekis, vi un despliegue impresionante de personas atendiendo lugares para dejar el auto (estacionamiento), otros que montaron sobre la calle donde circulaban los micros, sus puestos de comida, panchos, choripanes, hamburguesas y bebidas. A pesar del clima que no favorecía estaban ahí estoicos resistiendo. Otros atendiendo en los puestos que estaban adentro del festival y en los lugares de expendio de bebidas. Otros en la entrada controlando los tikets. Bueno, lo que quiero describir es que un festival de música no solo trabaja quienes están arriba del escenario realizando su arte (es más, me olvidaba de los técnicos de sonido e imagen). Pero la idea es señalar que un festival genera laburo, mueve la rueda de la economía. Después podemos preguntarnos si el Estado municipal, provincial o nacional deben ser quien financie parte de ello.

Pero la idea central es que este fin de semana largo mucha gente se movió por el país. Gastó y consumió en lugares donde había algo relacionado a la cultura, sobre todo a la música. Por eso nombré los tres que me parecían más importante, nuestro carnaval y los dos festivales (Neuquén y Cosquín).

En uno de esos festivales cantó en un horario estelar, en uno de los escenarios organizados para el pop, una joven de 32 años, que desde los 8 años trabaja como actriz y luego decidió seguir su carrera como cantante, que muchos jóvenes de nuestro país la siguen y la quieren, que hace poco anunció que esta de novia con un comunicador también muy popular en los medios digitales (streaming).

Ella tuvo la osadía o quizá la valentía el 30 de agosto pasado de decir que le parecía triste y peligroso hacia dónde iba la Argentina. Y solo bastaron cuatro palabras para que se transformara en la Obsesión del presidente en ejercicio a partir del 10 de diciembre.

Recientemente en una entrevista, tres comunicadores del canal Nación Más que entrevistaban al presidente se reían y mofaban de un apodo a la cantante. Porque el presidente volvió a atacar a la artista popular. 

¿Es grave? sí es grave, porque hace seis meses que la artista escribió esas cuatro palabras y no ha parado de ser hostigada por el presidente, por la vicepresidenta y por unos cuantos diputados y diputadas del espacio gobernante. Es grave porque desnuda el nivel de misoginia e intolerancia, es grave porque muestra los gérmenes de la sociedad neofascista hacia donde nos encaminamos luego de 40 años de democracia. 

Este presidente que se mete con una joven de treinta años tiene una Obsesión. Una perturbación anímica producida por una idea fija.

Obsesión y Disciplina son dos temas de Lali Esposito, pero me gusta aquel que grabó con Moria Casán otra diva popular.

 Y que en su letra dice:


¿Falta, qué te hace falta?
Me da ternura como llorás (¿Quiénes son?)
Luces, te faltan luces
Solo proyectas oscuridad 
Mienten, me impresiona mi impacto
Tan prendida, que te quemo al tacto
Dientes, apretando los dientes
Estás, porque estoy todo el día en tu mente.