La tierra se prepara también para el ritual de los pueblos andinos, el de la Pachamama. Se cava un pozo, siempre en el mismo lugar. La boca de barro de la madre está abierta.

Licorcito, alcohol, hojitas de coca, guisitos y cigarros encendidos. Perfumados  por el humo del sahumado con coba esperando. De rodillas ante el hueco susurrando un rezo, pidiendo abundancia, en ceremonia doy todo.

Vértigo de estar en la orilla de tu boca y no caer.

También se sahúma la casa, las personas y los bienes, tradición que práctico desde niña. Entre el humo místico y sanador veía como huían los malos espíritus. Pachita nos abre a otra dimensión, otro espacio, otro tiempo. Están con nosotros los antiguos. Pequeños y murmurantes guijarros. Somos parte de ella, de la reciprocidad, correspondencia mutua. Lo cósmico y divino se conecta con lo simple y cotidiano de este mundo.

Regresamos al origen de la vida para pedir permiso y agradecer el inicio de un nuevo ciclo. Es hora de labrar, hacer los surcos, de echar agüita. De sembrar las semillas.

Retornamos al comienzo, es tiempo de renacer.

En la profundidad, cálido y húmedo abrigo, está latiendo la vida. Henchido el germen, las  semillas brotan, creciendo, buscando la luz. Saliendo a la superficie para mostrarse y nutrirse del sol. Las raíces se clavan, van corriendo duros terrones, cambiando rumbo, rasgando, arañando su camino implacable. 

Siempre agosto con su misterios marcó mis etapas. Siento que es allí donde cambia el año y me entrega amores, trabajo, salud. Buena siembra, ardiente y amorosa, para tener una buena cosecha.

Fue una noche de agosto, entre ruidos de cascos de caballos con su gauchesco retumbar, olor a humo en el cielo de la quema del éxodo. Allí ocurrió mi primer operación entre muchas más que vendrían. La incertidumbre me rondaba.

Es este mes cuando uno está solo en el silencio, a la hora de la oración, a veces se escucha un silbido; quizá el viento o la muerte te está llamando. Atento mi oído, no era entonces a mí a quien buscaba. Agosto me daba vitalidad y energía. Sembraba existencia. 

Fuerte, hermosa la vida todo lo puede, en busca de la claridad abrumadora, para luego florecer.

*- Por Valeria Hamity

Ingeniera agrónoma, escritora, miembro del taller de Mandarinas bajo el sol. En la foto junto María Leonor Cabrera, cuentista.